Algo para decirte: un show de Nina Suárez
Sobre la fecha de Nina Suárez e Isla Mujeres en La Tangente. Y algunos devaneos, para variar.
El viernes fuimos a La Tangente a escuchar a Nina Suárez y a Isla Mujeres. Lara (a quien de ahora en más llamaré Lars) me dijo que con Flor querían ir así que me invitó. Fue un plan al que me sumé tentado por la idea de ver a la banda del tema “No me molestes” –ese que me salta en Spotify seguido-. Las entradas las habíamos sacado en un principio para ver a esta banda, pero al saber que telonearía Nina Suárez me dio curiosidad escucharla, ya que aún no lo había hecho. Olvidé lo tarde que tocaban así que tuve el desacierto de programar una clase de conversación en español para las 11 am del sábado, además de la que tengo los mediodías ¡El recital empezaba a las 00:30! Supe que esa noche dormiría poco, así que decidí entregarme a los brazos de la nocturnidad. Una vez más, porque: ¿qué le hace una mancha más al tigre? Llegamos para la medianoche a La Tangente. Flor había llegado hacía un rato y nos esperaba sentada en el umbral. Como se había ido a Bariloche una semana, teníamos que ponernos al día. Y así lo hicimos.
Una vez que llegaron otras amigas que también habían sacado entradas, entramos al bello centro cultural. Ese lugar en el que una vez tuve la suerte de presenciar la prueba de sonido de Les Mentettes hace varios años. Y cuando digo suerte, hablo en serio. Aquella tarde había ido al lugar a sacar la entrada para Les Mentettes y Gativideo. A ese recital iba a ir solo así que pedí una única entrada. No recuerdo bien cómo fue, pero me encontré diciéndole al chico de la boletería que la banda me gustaba mucho. Quizás habrá sido por esa ocurrencia, por la sonrisa de fan o quizás por un simple buen gesto del muchacho, que me reveló que Les Mentettes acababan de llegar para hacer la prueba de sonido. Un muy entusiasta “¡¿En serio?!” se me escapó, que fue respondido con una invitación a presenciar la prueba. Caradura, atiné a decirle que sí y acto seguido fuimos al lugar donde horas más tarde habrían de tocar las dos bandas. Recuerdo que les pidió si podía quedarme mientras ellos hacían lo suyo y Adrián, el cantante, le dijo que no había problema. Lo saludé y me senté en una de las mesas a observar. Mi primer y único Meet and greet hasta la fecha.
En esto pensaba cuando miraba las paredes repletas de unos pequeños círculos iluminados, como si se tratase de una suerte de bloques de Tetris con luces. Luego de comprar una copa de vino y continuar nuestra charla a pocos metros de la barra, escuchamos cómo la música del lugar paraba. Nos acercamos al escenario y un ratito después Nina Suárez hizo su aparición, arrancando el show con una canción a capella. El silencio entre el público fue total y durante unos minutos la observamos con su pelo corto peinado con gel hacia atrás y su remera verde arremangada brindar un místico comienzo de show. De un momento a otro el ambiente se había tornado muy distinto. Había algo de ceremonial en eso que hizo que me cautivara. Supe que el recital me gustaría y mucho. Y así fue. Las letras de las canciones de Nina me remitían a amores jóvenes, adolescentes, desencuentros e historias con finales en lágrimas. Pero lo curioso –y lo bueno- de todo eso es que no las escuché atravesado por la tristeza sino que me encontré bailando sus canciones y a repetir algunas partes de los estribillos que lograba retener en el momento. Tuve un primer pensamiento luego de escuchar algunos temas y fue la cantidad de letra que contienen sus canciones. Y eso me gustó mucho, porque era como presenciar historias distintas en pocos minutos. Desde una ciudad (esa Buenos Aires deshabitada de la que parece hablar en un tema), pasando por el juego de la batalla naval hasta esos días en los que no se hace nada “productivo”. Mentiría si dijese que no pensé en Rosario Bléfari y su dulzura, esa con la que cual teñía a sus canciones y a sus textos. Y también en la idea de legado. Algo inevitable al mirar ahora la foto de la mesita que estaba en el show, sobre la que descansaba un cuadro de Eva Perón.
Fuimos a buscar un vaso más de vino mientras esperábamos a Isla Mujeres y en mi cabeza reapareció la idea de las responsabilidades por cumplir al otro día. El hechizo empezaba a dejar de surgir su efecto. Pero en ese momento empezó a sonar la música de Isla Mujeres, con sus melodías pegadizas que hacen que se haga difícil el quedarse quieto. La preocupación por las pocas horas que iba a dormir se fue disipando bastante. Si bien no del todo, el presente logró acaparar el momento. Así que se disfrutó. Y cuánto.
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