El fin de semana fui a ver algunas películas del BAFICI. Este año fui un poco errante en el método que decidí para elegir lo que vería. Solo pedí a una amiga que me sacara inicialmente entradas para dos películas y después fui a ver algunas por entradas que vendían amigos o amigos de amigos. Puedo pecar de ingenuo, pero pienso que hay algo de mágico en dejarse guiar o simplemente tomar las oportunidades que se presentan, siempre y cuando uno esté disponible para tomarlas. Suelo contar mucho esto pero algo que me gustó del libro A la salud de los muertos, de Vinciane Despret, es que en un momento la filósofa aclara que para su investigación decidió seguir todas las sugerencias que sus amigos le dieron. Por supuesto que no tomó todas para configurar el contenido del libro, pero sí le sirvieron para enriquecer la investigación. Me parece un gesto muy simpático y de confianza, ese dejarse llevar. Es un poco evidenciar lo que ya deberíamos saber: somos con los otros, nadie es solo.
Así es que a muchas de las películas asistí sin siquiera haber leído la sinopsis. Podría hablar de todas las películas* que vi a lo largo del festival, pero me interesa hablar de dos que vi este último fin de semana [Del resto de las películas, si a alguien le da curiosidad puede comentarme este texto :) ] Volviendo: de una de ellas, Imprenteros, conocía la trama porque fui a ver la obra de teatro al Centro Cultural 25 de Mayo hace unos años. En ese momento quedé cautivado por la manera de hablar de la historia familiar desde el amor, la honestidad y la comicidad que invadía al público, dejando una sensación muy linda. A mí particularmente me llenó de ganas de escribir la propia historia, algo en lo que quizás algún día me aventure. Pero volviendo a este fin de semana: todo arrancó cuando fuimos a ver Linda veut du poulet (Linda quiere pollo), de Chiara Malta y Sébastien Laudenbach, en la sección BAFICITO. La premisa simple que figuraba en el catálogo del BAFICI no se condecía con lo que abarcaba el film de animación.
En el principio de la película -que vale decir que está hermosamente animada- se muestra a un hombre que habla italiano y una mujer que habla francés alimentando a una bebé con pollo. La historia comenzará cuando Linda tiene 10 años y está a cargo de su madre, Paulette. En la primera parte del film nos enteramos de que su padre falleció cuando ella era más chica. Y es que a Linda le gusta mucho ponerse el anillo de casados de Paulette. Tanto es así que su madre cree que se lo perdió y castiga a Linda llevándola a lo de su hermana con la que ni Linda ni su madre parecen llevarse muy bien. El gato vomita el anillo de Paulette y ésta inmediatamente debe pedirle disculpas a Linda que promete olvidar el asunto a cambio, y solo a cambio, de que le cocine el pollo a la romana que le hacía su padre. Algo que podría ser sencillo de conseguir si tan solo no estuviese teniendo lugar en ese momento en la ciudad una huelga de trabajadores. Se sucederán una serie de peripecias que se iniciará cuando Paulette decide robar una gallina a una granja familiar.
Si bien tempranamente en el film sabía que se trataría el tema del duelo (las lágrimas derramadas por Paulette sobre el libro de cocina), en un momento de la película Linda habla de cómo no tiene recuerdos de su padre. No recuerdo cuánto llevaba llorando hasta ese momento específico pero sí noté cómo el nudo en la garganta se me formaba. Algo que me volvió a ocurrir con Imprenteros, de Lorena Vega y Gonzalo Javier Zapico, en la que precisamente abundan los recuerdos familiares. Para quien no conoce la historia: la obra de teatro Imprenteros trata sobre la reconstrucción de escenas de la vida familiar y comienza con la necesidad de volver a la imprenta donde trabajaba el padre de Lorena, Federico y Sergio. Sus medios hermanos, tras fallecer el padre, cambiaron la cerradura de la imprenta y nunca más pudieron acceder al lugar. Al reconstruir el vínculo tenso entre padre e hijos también se establece la relación entre ellos y el lugar de trabajo de su padre (al que en un momento del film llaman “su casa”). Me resulta tentador adelantar momentos del film pero es tanta la necesidad de que se vaya a ver esta obra y esta película que prefiero morderme la lengua, por el momento.
En Imprenteros hay material de archivo y se cuenta cómo los hermanos Vega, tras el éxito de la obra teatral que Lorena comenzó a pergeñar en el taller de biodrama a cargo de Vivi Tellas, escriben un libro. El hermano Vega que insiste con el proyecto es Sergio, quien tiene ganas de imprimir porque el contexto en el que este libro se va armando es en cuarentena que tuvo lugar por el coronavirus. Sergio aprendió el oficio de la mano de su padre. En Imprenteros, el libro, los Vega cuentan -entre otras cosas- la historia de su madre. Madre que, además de ser un personaje hilarante en uno de los momentos de la obra de teatro en el que usan un video familiar, se ocupó de sostener la economía familiar. En el film hay un momento en el que esto también es tema de conversación. En el cine pude registrar cómo me había emocionado profundamente. Las lágrimas de Paulette, las lágrimas de Linda y las mías. Algo que quizás haya hecho imposible atenuar la emoción que me generaron las dos películas es la proximidad de la fecha en que murió mi viejo: falta poco menos de un mes.
Para cerrar, una reflexión que desde que la escuché me pareció más que bella y atinada para pensar estas obras. Precisamente en la presentación del libro a la que asistí con dos amigas, Mariano Tenconi Blanco (autor y director de Las cautivas y La vida extraordinaria, dos hermosas obras donde también brilla Lorena Vega y que recomiendo fuertemente) dijo: “Y yo le digo a Lorena, a Sergio y a Federico gracias por recordarnos que el arte sirve para hablar con los muertos, para derribar paredes, para hacer que esté viva la gente que no queríamos que se muera, para volver a ser chicos, para entender –al menos por el tiempo que dura la lectura de un libro- el sentido trascendente de escribir, de hacer teatro, el sentido trascendente de estar en el mundo”.
*Sola en el paraíso (2024), de Justina Bustos; My heart is going to explode! (2023), de Jung Inhyuk; Mamántula (2023), de Ion de Sosa; Chiennes de vies (2023), de Xavier Seron; Linda veut du poulet (2023), de Chiara Malta y Sébastien Laudenbach; Imprenteros (2024), de Lorena Vega y Gonzalo Javier Zapico; A traveler’s needs (2024), de Hong Sang-soo
Para ver las publicaciones anteriores, podés cliquear aquí.
Si te gustó este posteo, podés ayudarme compartiendo dándole clic al botón que está aquí abajo.
Si te reenviaron este mail y te interesa que te llegue este newsletter a tu casilla, podés suscribirte cliqueando el botón que figura abajo.
Para comentar este posteo, podés cliquear debajo.