El teatro como sesión de espiritismo
Sobre “La mujer fantasma”, de Mariano Tenconi Blanco, el teatro y los fantasmas
Con mi viejo íbamos mucho al teatro. Recuerdo haber visto con él clásicos como “El flautista de Hamelin” y “Guillermo Tell”. También me llevó a ver en alguna ocasión al grupo de titiriteros Los Cazurros. Si hurgo más en mi memoria, sé que a la salida de algunas funciones coronábamos el paseo por el centro enfilando hacia Pippo para comer unas pastas con mi mamá y él. Recuerdo reír mucho y fascinarme con las interpretaciones. Zambullirme todas las veces en las distintas historias que veíamos representarse sobre los escenarios. Y hasta, en ocasiones, jugar a imitar a algún personaje tras salir de la función.
A la función de “La mujer fantasma”, del gran Mariano Tenconi Blanco, llegamos justos de tiempo con Lars. Flor nos esperaba ya sentada en una butaca de la sala Casacuberta del Teatro San Martín. Estábamos ubicados cercanos al proscenio, a la izquierda del escenario, cerca de los músicos. Tras escuchar las indicaciones y la bienvenida del equipo del Teatro San Martín, empezó la función. Una voz en off femenina comenzó a hablar sobre el teatro. No sé si fue inmediato pero noté cómo un escalofrío me recorrió el cuerpo. El teatro siempre fue un lugar seguro para mí, fue ahí cuando lo entendí. El lugar donde nada puede salir mal. Y menos si se trata de una obra de este director.
Es difícil no caer en la tentación de contar toda la trama (no es mi estilo, pero además guardo secretamente la esperanza de que se edite un nuevo libro con algunas obras del director). La obra abarca las historias de cuatro profesoras de un colegio en España a finales de los años 70, interpretadas por experticia por el grupo catalán de actrices T de Teatre. La primera historia tiene como protagonista a Delia (Marta Pérez), una profesora que fue abandonada por su marido, quien entabló una nueva relación con una música argentina más joven que él. Vemos cómo el personaje va pasando de mojigata -con su característico pelo corte carré- y estructurada a alocarse en la discoteca en la que cree que se encontrará con su ex y su nueva conquista. Su desopilante monólogo llega al pico cuando grita “Viva la anarquía” luego de quemar las prendas de su ex. La belleza del desborde.
La segunda historia trataba sobre Lena (Mamen Duch), una profesora cuya madre se encontraba mal de salud. El modo en que hablaba de ella, la ternura de la compañía al hospital para la consulta médica. Todo ello me provocó un nudo en la garganta. La belleza del vínculo madre-hija que se veía representado por la actriz me conmovió profundamente. El duelo, el funeral y los buenos deseos. Creí en ese momento que la mujer fantasma del título era aquella mujer mayor que falleció. Pero eso no fue todo. Lo escatológico hizo su aparición al hablar de diarreas por nervios significando unos de los momentos desopilantes de la obra. Y casi ocurre otra muerte cuando al médico le agarra un infarto mientras estaba teniendo sexo con la profesora. El humor negro, una marca de estilo de este director.
Le siguió a la historia de la pobre Lena, la de Iris (Ágata Roca), otra profesora que se ve flechada por Moira, la nueva profesora de gimnasia. Durante este momento de la obra tiene lugar un intercambio epistolar entre estos dos personajes que comienzan su vínculo de manera física en una sala del colegio. Iris da rienda suelta a su deseo e invita a Moira a su casa para compartir una cena. La carta de amor, cargada de erotismo de la “motomami” Moira, que lee Iris con una felicidad enorme. El monólogo de Iris sobre Moira es uno de esos que se graban en la memoria. Frases que comenzaban con un “Quiero”, entre las que se incluyen “Quiero cortarle un brazo y comérmelo”, hizo que el público se desternillase. La poesía y el humor.
“No sólo a través del espacio se acumularía lo colectivo sino también a lo largo del tiempo. Incluiría a todos los que alguna vez vivieron. Y entonces también estaríamos pensando en los muertos. Para los vivos, los muertos son únicamente aquellos que vivieron; mas en su propia gran colectividad los muertos ya incluyen a los vivos”, John Berger
Por último, la historia que le da nombre a la obra es la de Nadia (Carmen Pla), una profesora a quien la directora Garrote le asigna las clases de teatro, tras haber sufrido un brote el año anterior. Me gustó mucho la idea que despliega este personaje sobre cómo pareciera que enseñar teatro es algo de menor importancia que el resto de las asignaturas, en relación a la indicación de Garrote. Y es que el brote que tuvo Nadia se debe a que vio una aparición. Cuando Nadia arma los ensayos para la obra “Macbeth” (de la cual se dice que es mala suerte pronunciar su nombre completo), ve nuevamente al fantasma. Es a través del diario que escribe, y de las interacciones con los músicos en el escenario -otra marca del director-. Hacia el final nos enteramos que se trataba del fantasma de una actriz que había sido fusilada. Teatro, historia y memoria.
En una de sus “Doce tesis sobre la economía de los muertos”, John Berger dice: “Los muertos circundan a los vivos. Los vivos son el núcleo de los muertos. En este núcleo se encuentran las dimensiones del tiempo y el espacio. Lo que rodea al núcleo es infinitud”. Considero que sirve para explicar muy bien este encuentro entre los dos tiempos distintos que aparecen dialogando en la obra. También creo que, para mí, el teatro seguirá siendo un espacio de encuentro con mi viejo, en el que esos tiempos en los que mi yo del pasado asistía al teatro con él resuenan en mi yo del presente.
*Si bien la obra tuvo únicamente 10 funciones en junio, continúan en cartelera dos obras de Tenconi Blanco (¡que recomiendo por igual!). Les dejo los links por si quieren buscar y sacar entradas:
Las cautivas - https://www.plateanet.com/obra/25394?obra=LAS-CAUTIVAS&paso=inicio
La vida extraordinaria - https://www.plateanet.com/obra/25396?obra=LA-VIDA-EXTRAORDINARIA&paso=inicio
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