Me tengo que hacer cargo de que con el paso de los años me fue costando más hacerme el espacio y el tiempo para ver cine. No sé si les pasa, pero me resulta más sencillo ponerle play a una serie antes que aventurarme a la hora y media, dos o hasta tres horas que puede implicar una película. Ahora, para ir al cine de a poco estoy retomando el hábito. Y es que estuve yendo más al teatro. Ya desde hace años trato de ir a ver algunas obras al año. Quizás sea algo del terreno de lo aurático, esta idea de que la obra teatral no podría ser reproducida tal y como fue el día de su estreno. O tal vez porque los precios de las entradas de las grandes cadenas de cine sin descuento muchas veces superan al valor de las entradas para una obra de teatro. O quizás es un poco de todo. Pero lo cierto es que volví a ir al cine como también a ver películas con más frecuencia que antes. Nadie es profeta en su tierra, dicen, después de todo. Hay que hacerse el tiempo de ir al cine y al teatro. Más aún en tiempos donde el Fondo Nacional de las Artes y el Instituto Nacional del Teatro se encuentran en peligro. Un flashback que quizás viene al caso. Corría el año 2011 y circulaba una noticia de que querían comprar el Cine Gaumont para convertirlo en una iglesia evangélica. Tenía 18 años y casi como un reflejo entendí que una forma de resistir era ir a diario al cine a ver la película que estuviesen proyectando en ese momento ¿Habrá contribuido en algo esa resistencia ejercida por ese yo del pasado? Quién sabe. Aunque peque de ingenuo, elijo creer que algo aportó.
Aunque fui al cine a ver Priscilla, la nueva película sobre Priscilla Presley que abarca su relación con Elvis, vengo a hablar de Été 85 (Verano del 85) (2020), de François Ozon. Sobre el nuevo film de Sofia Coppola, que es una adaptación del libro Elvis and Me, les recomiendo fuertemente escuchar el análisis que hizo Paula Ferreiro en el podcast “Nunca fuiste al cine” -que además cuenta con un newsletter semanal que resume el contenido del programa-. Para decidirme a escribir sobre este film francés que vi en la plataforma Mubi tuve que soltar por un momento la idea de que las publicaciones necesariamente tienen que tratar sobre salidas culturales. Y es que la sensación de ver un film de un director del que se vio películas cuando uno era chico me pareció razón suficiente para hacer una segunda excepción (porque, después de todo, mi primera publicación del año era sobre mi balance del 2023). A Ozon lo conocí con su musical 8 femmes (2002). En ese momento desconocía la trayectoria de las grandes actrices francesas Catherine Deneuve e Isabelle Huppert, que integran el elenco del film de misterio. Pero mis viejos habían alquilado la película, probablemente en El taller, ese videoclub del barrio al que íbamos tan a menudo y así es que tuve la suerte de ver el primer film con estas estrellas del cine francés.
8 femmes combinaba misterio, drama, humor negro y canciones. Me vi inmerso en la trama en la que uno debía intentar adivinar cuál de esas 8 mujeres que cantaban e interpretaban números musicales había asesinado al marido de Deneuve ¿La mujer? ¿La amante que se presenta intempestivamente en la casa? ¿Alguna de las hijas? ¿Una mucama? Quizás sea uno de los primeros films -sino el primero- que hizo que me llamaran la atención los whodunit. Volviendo al presente, en Été 85 hay intriga también, como también un poco de humor y drama. El sexo y la muerte vuelven a aparecer en escena, como en la erótica Swimming pool (2003). Una hermosa historia, un coming of age, en la que no se escatima en ternura. El elemento lesboerótico que aparecía en el musical del 2002 (que buscando información para esta publicación, encontré que se trata de una adaptación de una obra teatral) en este film se transforma en homoerotismo y pasa a ser central. Como también el homoamor.
Es curioso ver nuevas películas de directores que nos gustan. Una cálida sensación de “sentirse como en casa” lo invade a uno. Tal vez es la ligazón afectiva con la poética del realizador ¿Tal vez la admiración? Tal vez es sencillamente la familiaridad la que me hace apreciarla de otra manera. Como esa alegría que me produce ver una película como la de ese verano ochentoso en la que suena Just like heaven al comienzo. Si bien en este film no abundan actrices o actores consagrados como en otras de sus películas (por razones obvias, como que se trata de una historia de amor juvenil), podemos disfrutar de ver en pantalla a Valeria Bruni-Tedeschi y a Isabelle Nanty (aka la que atendía la vendedora de tabaco hipocondríaca de Le Fabuleux destin d'Amélie Poulain, o simplemente Amélie).
Mañana vuelvo a ir al teatro, al mismo tiempo que inauguro mis 31 años. Es el primer cumpleaños en el que voy a ver una obra. Me gusta la idea de que se trate de algo fundacional. Una suerte de tradición. Según la cual, siempre que se pueda, procuraré empezar un nuevo año de vida yendo al teatro ¿Qué tradiciones de cumpleaños mantienen ustedes? Abro Wikipedia una vez más. Una idea penetra en mí. Si 8 femmes es una adaptación de una obra teatral, ¿habrá otros films de este director que sean adaptaciones? Mis sospechas sobre Potiche, que vi hace mucho tiempo, fueron confirmadas: se trata también de una adaptación del teatro al cine. Como también Dans la maison (2012). Pienso en que en la poética de Ozon parecen convivir dos lenguajes. Pienso, finalmente, en esa familiaridad que también me genera el teatro. De ahora en más, cuando piense en Ozon, pensaré al mismo tiempo en el teatro.
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