Todos tenemos una noche
Sobre “¡Fájense!”, la obra de Maxi Rofrano, las generaciones y el heroísmo
El fin de semana pasado volví a Espacio Callejón una vez más. Fui con mi hermano José a ver “¡Fájense!”, la adaptación libre del cuento “Negro Ortega” de Abelardo Castillo, de Maxi Rofrano. Si mal no recuerdo, nunca fuimos al teatro juntos y yo ya estaba entusiasmado de antemano. El año pasado sí habíamos ido al cine a ver Asteroid city, de Wes Anderson. Conseguimos asientos en la primera fila y la puesta se veía imponente. En el centro, un cuadrilátero en el que erguidos se enfrentaban los dos boxeadores: Jacinto “El Negro” Ortega (interpretado por Leandro Orellano) y Carlitos “El Pibe” Peralta (Juan Mendé). Por encima de ellos, un anuncio de la marca de jugos Cepita, con tipografía que emulaba una época antigua. A la izquierda del cuadrilátero, una barra de bar con botellas de alcohol y banquetas. En una, cabizbajo, un muchacho (Bruno Leichman), sentado frente a ella. Después nos enteraremos que este personaje será el músico de la obra.
Antes de comenzar la función, el pedido de apagar los celulares durante la función se transmitió imitando los sonidos de la radio antigua y con un registro de habla acorde. Nos pareció muy simpática la forma de comunicarlo. Desde el comienzo, se logra dar con el universo de un pasado en el que las peleas de boxeo eran comentadas a través de la radio, en el que sonaba tango y en el que se hablaba con palabras que hoy en día a los más jóvenes pueden sonarles extrañas. La obra comenzó y los luchadores pelearon. Ortega cae al piso y Peralta queda erguido en pose triunfal. Los locutores (Santiago Maurig y Lorenzo Martelli) comentan lo que sucede con gran emoción. El registro del habla de esa época lo logran a la perfección. Maurig con sus gestos correctos y medidos, pero a la vez narrando con gran efusión, y Martelli con su mirada emocionada y su exaltación logran un efecto cómico y al mismo tiempo nos sumergen en la pelea.
La obra trata sobre la pelea que Ortega debe tener con Peralta en el Luna Park. El rumano (Federico Milman) le ofrece una buena cantidad de dinero por dejarse ganar en el quinto round, con la idea de envalentonar y catapultar al joven Peralta en su carrera como boxeador. Pero la cavilación de Ortega se hace aún mayor cuando su entrenador Ruiz (Fabián Petroni) le explica que no debe dejarse vencer. Es que a Ruiz lo vencieron en el pasado. “Todos tenemos una noche”, le repite Ruiz. Lo que dije sobre los locutores también puede ser trasladado a los demás actores. El registro en el que hablaban, pero también sus excelentes actuaciones, daban una coherencia al universo construido por Rofrano. Orellano con su voz ronca y bravía, Milman con su personaje de “garca” y el Petroni interpretando al pobre Ruiz, un personaje que quedó anclado en su derrota. Los tangos que cantaron tanto Orellano como Ruiz, y que fueron acompañados por el bandoneón de Leichman, lograron emocionarme.
Mientras la veía, y ahora escribiendo sobre ella, pensaba en la idea de las generaciones. Particularmente, en la enseñanza que le deja el mentor Ruiz al héroe Ortega. Walter Benjamin en su bello texto “Experiencia y pobreza” menciona, entre otras cosas, los materiales usados por los arquitectos Le Corbusier y Loos. Edificaciones de vidrio en donde, dice Benjamin, “resulta difícil dejar huellas”. Él hace aquí una comparación con las viviendas antiguas, en las que uno podía toparse con los adornos y objetos de sus dueños. El texto termina así: “Nos hemos vuelto pobres. Hemos ido perdiendo uno tras otro pedazos de la herencia de la humanidad; a menudo hemos tenido que empeñarlos a cambio de la calderilla de lo ‘actual’ por la centésima parte de su valor”. Quizás es muy ingenua la reflexión que viene a continuación. Pero pensaba en que el consejo de no rendirse de Ruiz puede estar perdiéndose, parte de esa “herencia de la humanidad”, en tiempos donde la idea de ganar grandes cantidades de dinero parece ser lo único que importa. El orgullo, el honor y el trabajo son los estandartes que parecen estar imbricados en el discurso de Ruiz. Al final, la propuesta del rumano se asemejaría a los nuevos aires de época que critica Benjamin ¿Qué huella queda en una pelea comprada? ¿Qué mensaje se puede traslucir en algo así de deshonesto, de vidriado, en el que “nada se mantiene firme”, diría Benjamin?
*Si les dieron ganas de ver esta hermosa obra: ¡no desesperéis! Acá les dejo el link para que saquen las entradas: https://publico.alternativateatral.com/entradas90693-fajense?o=14
**Como saben, no me gusta spoilear los finales, así que si alguno/a la vio y quiere comentarla, puede escribirme a mi instagram
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