Uno del arte, de duelos, de IA, y del amor
Sobre el libro “Mi meteorito”, de Harry Dodge, y todo lo que eso implica
Semanas atrás tomé la decisión, casi al mismo tiempo, de comprarme el libro Mi meteorito, de Harry Dodge, y de anotarme en el taller “Narrar el duelo, suturar la herida”, dictado por Vir Cano. El libro está editado por la genial Chai Editora, la misma que tradujo ¿Hay alguien ahí?, de Peter Orner, otro gran libro que podría decir que cambió mi vida o, al menos, mi forma de pensar la escritura. Esta editorial cuenta con varios diarios y textos autobiográficos de artistas, algo que me parece digno de destacar. Traducido por Damián Tullio, al abrir el libro nos topamos con el subtítulo “Sin azar no tendríamos nada nuevo”, que anticipa mucho de lo que esta obra contiene. Harry Dodge es un artista plástico, escultor, videoartista, performer, profesor y escritor estadounidense. En la solapa del libro dice también que “fue uno de los fundadores de The Bearded Lady, pionera en la escena queer y artística de los noventa”.
Todo lo que sabía del libro al momento de comprarlo era que el autor había comprado un pedazo de meteorito proveniente de Chaco1 a través del sitio de internet eBay -un equivalente a nuestro Mercado Libre-, que era un artista plástico trans, que hablaba de su carrera artística y que hablaba de la muerte de sus padres. El primer capítulo del libro empieza con una fecha, Julio de 2009, y una frase que impacta como el golpe certero de una baqueta en un platillo: “El lugar donde murió mamá era una pesadilla”. Con esta oración comienza un viaje de idas y venidas en el tiempo, con entradas a modo de diario, que van desde recuerdos de cuando Dodge era chico (los años 70) hasta el 2018. La búsqueda de su madre biológica Donny, con el plus de saberse hermano de otro hombre llamado Memphis, los momentos compartidos con sus hijos Lenny e Iggy, las charlas compartidas con su esposa Maggie Nelson (a quien dedica el libro), los conceptos sobre la memoria, la Inteligencia Artificial (IA) y las lecturas, que intercala y relaciona sabiamente con lo autobiográfico, son parte de este increíble libro. Sobre la relación con su madre adoptiva hay entradas asombrosas, como un recuerdo de cuando visitaron un museo y él supo que quería dedicarse al arte en ese preciso instante. Lo que ignoraba de este libro es que la muerte de su padre había sido a causa del mal de Alzheimer.
“Mis recuerdos de él son confusos y giran en torno a su extraño, amable y continuo sentido del humor, a su afabilidad. Este es el recuerdo más nítido: cuando era niño nos revolcábamos por el piso. Solía sentarme encima de su pecho y agarrarlo para conducir como si fuera un coche. Él ponía sus manos regordetas hacia arriba y abría las palmas, cerca de sus orejas, para que yo apoyara mis pies sobre ella y simular que apretaba los pedales de acelerador y freno, incluso hacía fuerza sobre mis pies, me ofrecía resistencia. Movía su cabeza como un volante y presionaba su gran nariz como una bocina, gritaba BRUUMMM. Era una maniobra algo brusca, pero él no decía nada. Me parece una actividad encantadora, y todavía puedo, a esta altura de mi vida, sentir el regocijo que me producía, una y otra vez, como si fuera un objeto”
En la página 18, la segunda del primer capítulo, Dodge cuenta cómo se despidió de su padre sin saber que sería la última vez que lo vería vivo (Te amo, papá), a lo que su padre le respondió Yo también te quiero, papá. Dodge escribe unos renglones más abajo “En unos días será el Día del Padre”. Las palabras me conturbaron suavemente. Estaba empezando a leer este libro en junio, mes del Día del Padre, del cumpleaños de mi padre y del aniversario de su muerte. En el taller de Cano recuerdo haber pensado en voz alta sobre la idea de no saber todavía qué fecha de aquellas tres me impactaría mayormente de ahora en más. Lejos de amedrentarme, continué la lectura, porque la forma en la que hablaba del tema me conmovió profundamente. Muchas páginas más adelante, la descripción que realiza de su padre llegando por primera vez al geriátrico evoca unas imágenes y unas líneas de diálogo hermosas, como cuando narra el viaje en auto: “Mis manos en el volante se ven pálidas. Su forma de mirar por el vidrio delantero se me hace como una forma de afecto tímida, mira como si él estuviera conduciendo”. O cuando sostiene:
“Aunque los detalles de su vida anterior le son difusos, los huecos no parecen generarle mayor preocupación, sobre todo cuando oigo la forma desfachatada en que me cuenta sus planes mientras atravesamos las puertas dobles del lugar: Creo que aquí puedo conseguirme una novia”.
Me fue muy difícil no relacionarlo con mi propia vida, pero creo que de eso se trata este libro. De dejarse interpelar, del poder que tiene de hacer que uno contemple la propia historia por un instante. La sensibilidad y honestidad del autor hacen que esto se logre progresivamente. Y es que en Mi meteorito “no todo es color de rosa”: hay lugar para todo tipo de sentimientos. Sin embargo, los momentos en los que Dodge habla de sus padres se ven intercalados con reflexiones sobre el arte, su vida, el erotismo, encuentros sexuales, historias sobre sus propias obras de arte, además de relatos de sueños y anécdotas y conversaciones con artistas. Las ideas de Glissant, Barthes, Butler, Deleuze y otros teóricos que Dodge trae a la mesa se entrelazan de manera sofisticada con sus ideas sobre el amor y las relaciones humanas. El final del libro para mí fue de los más duros, por la intensidad con la que vi reflejada mi propia historia con la enfermedad de mi viejo. Para no sucumbir a la tentación de spoilear nada de manera pública, pueden escribirme un mensaje privado preguntándome por esto (el fragmento final es sublime y, de hecho, añadí el dibujo de un corazón al lado de él en la hoja).
Para ver las publicaciones anteriores, podés cliquear aquí.
Si te gustó este posteo, podés ayudarme compartiendo dándole clic al botón que está aquí abajo.
Si te reenviaron este mail y te interesa que te llegue este newsletter a tu casilla, podés suscribirte cliqueando el botón que figura abajo.
Para comentar este posteo, podés cliquear debajo.
Se dice que el área Campo del Cielo, en la provincia chaqueña, es el mayor cementerio de meteoritos del mundo.