¿Las cartas de amor no traen manual de instrucciones?
Sobre “Quiero decir te amo”, de Mariano Tenconi Blanco, las cartas, el amor y las listas
El último domingo de julio a la tarde mientras almorzaba me puse a ver la entrevista que le realizaron a Mariano Tenconi Blanco en Blender. Semanas antes, cuando me enteré que iba a estrenarse una nueva obra, me aseguré de tener entradas para ir a ver Quiero decir te amo con mis roomies. Por suerte encontramos asientos en primera fila. En la entrevista, encontré muy interesantes sus reflexiones sobre el teatro, la escritura y nuestra cultura, y me gustó conocer más sobre los inicios de su carrera. En un momento, Marcos Aramburu le pregunta por la cronología de sus autores nacionales preferidos del siglo XIX. Tenconi Blanco menciona a escritores como Copi y Armando Discépolo, pero también Roberto Arlt y Manuel Puig. Él asegura que estos dos últimos “son mejores dramaturgos cuando escriben ficción”. El nombre de Puig es importante en la poética de este autor porque obras como La mujer fantasma, sobre la cual escribí el mes pasado, incorporan mucho del formato epistolar. En Quiero decir te amo resulta un elemento central el intercambio de cartas entre las protagonistas de la obra.
28 de julio de 2024. Llegamos al hermoso teatro El Picadero. Recuerdo haber estado muy entusiasmado con ver esta obra. Al sentarnos en la primera fila, vimos al músico Ian Shifres sentado frente al piano a la derecha del escenario. Para nuestro placer, tocaba música mientras el resto de la gente se acomodaba en las butacas. Recuerdo la primera vez que vi Las cautivas en el Teatro de la Ribera, en el marco del FILBA. Aún desconozco, aunque bien lo sospecho, que la emoción que me generó esa obra aquella vez se actualizará hoy.
La historia comienza con una carta que el personaje de Violeta Urtizberea envía a un hombre desconocido. La protagonista afirma que nunca escribió una carta de amor, que esta sería su primera vez. En la segunda carta, que le envía al día siguiente de la primera, ella le cuenta al hombre cómo lo conoció. Habla de un accidente de tránsito en el que resultaron heridas varias personas. La mujer cuenta cómo este hombre ayudó a las víctimas mientras ella lo miraba flechada. Como en otras obras del director, la música acompaña el diálogo de la obra, con variaciones según el tono del momento del texto que esté teniendo lugar. Los movimientos de Urtizberea daban cuenta de un personaje nervioso, ansioso. Sus manos mientras hablaba se movían gráciles, acordes a su vestuario de color blanco, que daba una apariencia angelical a su personaje. Esto se veía interrumpido cuando su temperamento cambiaba y ella se enfurecía por momentos. La actriz lograba plasmar estos cambios emocionales con gran naturalidad y mucha habilidad.
Luego de una cuarta carta, el personaje de la esposa del hombre (interpretado por Lucía Adúriz) aparece en escena. Comenzó un diario íntimo en el que habla con frustración de su matrimonio y de su vida. En él escribe, al comienzo: “Mi vida es espantosa, horrorosa, monstruosa. O ni siquiera eso. Hay algo peor que una vida monstruosa. Una vida aburrida”. Pero lo aún más trascendental para la trama aparece cuando el personaje cuenta cómo descubrió las cartas que “una psicótica” le envía al marido. Pronto toma la decisión de responder a la mujer haciéndose pasar por su marido.
Luego de la obra, mientras cenábamos en Pin Pun con Flor y Lars, les comenté que antes de que salga a escena Adúriz me imaginaba casi idéntico a ese personaje. El gesto rígido de la actriz, la boca torcida, las manos sobre la falda, los movimientos perfectamente estudiados sirven de contraste para el estado que tendrá este personaje. Tenía el gesto que creía que debería tener una mujer que descubre una posible infidelidad del marido. La interpretación de Adúriz me hizo desternillar, revolverme en el asiento y por momentos emocionarme al mismo tiempo que el personaje. Todo lo que logra una impecable interpretación.
Las listas. Mucho dije sobre las cartas pero otro elemento que ya es un clásico en las obras de este director es el cruce con la poesía. Recuerdo, cuando fuimos a ver La mujer fantasma, haberme reído y enternecido en iguales dosis en el momento en el que un personaje habla sobre lo que quiere hacer con su enamorada. Las listas. Algo del orden de lo elemental, del elemento, que hace que esos instantes sean tan bellos. El personaje de Urtizberea ensaya distintas definiciones de lo que es el amor, mientras que el de Adúriz habla sobre el decir “te amo”. La mujer desconocida dice: “El amor es me mira y lo miro, me dice y le digo. El amor es no pedirle nada a nadie. El amor es un plato de sopa. El amor es ‘tomá, te presto mi bufanda’. El amor es que todo pase más lento”. Mientras escribo esto, algunas lágrimas atinan a asomarse por mis ojos. Quizás la experiencia estética se reactualiza cuando uno escribe sobre ella. Quizás es la escritura misma sobre la obra de arte otra experiencia estética. Las listas. La poesía de ellas me hizo volver a enternecerme en la butaca. Tan acertadas eran todas esas definiciones del amor. Tan sentidas. El texto de la obra, la dirección, las actuaciones, la música, la iluminación. Todo, todo ello, confluye en una hermosa obra de teatro que es una oda al amor y a la fantasía.
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